Aunque a menudo la innovación suele asociarse a tecnología puntera o ingredientes milagrosos, y un gesto tan cotidiano como comprar papel higiénico puede parecer ajeno a cualquier tipo de novedad, Kimberly-Clark -dueña de Scottex y Kleenex- ha demostrado que, incluso en categorías tan básicas, la mejora es posible… y perceptible.

Como comparte en calidad de consumidora la experta en Marketing Alba Labarca en su cuenta de Linkedin, durante una visita reciente a Lidl se encontró ante el dilema de elegir papel higiénico con varios productos ya en la mano, y cuál fue su sorpresa al encontrarse con un voluminoso pack de papel higiénico provisto de un asa diseñada para poder colgarlo al hombro, como si fuera una mochila. Lo que en última instancia determinó su elección no fue la textura, ni el número de capas, ni siquiera si era marca blanca o de fabricante, sino algo mucho más práctico: la facilidad de transporte.

Conexión con algo esencial

Ante el insight “este pack es tan grande que no me da la mano para cargarlo”, la solución ha sido tan "sencilla" como eficaz: un diseño con asa que permite colgarlo al hombro, resolviendo un inconveniente común para quienes compran grandes formatos.

Lejos de tratarse de una gran revolución técnica, este pequeño cambio conecta con algo esencial, según recalca esta consumidora gratamente sorprendida: la experiencia de compra y uso. La empatía con el consumidor se traduce en un gesto que alivia una molestia real y habitual, elevando el valor percibido de un producto que, a priori, parecía complicado de ofrecer mejora.

Este caso constata una realidad cada vez más presente en la estrategia de muchas marcas: innovar no siempre es inventar; a veces es observar, escuchar y facilitar, es diseño pensado: "Porque no es solo papel. Es facilidad. Es empatía con el consumidor".