Cuando al estudio Ladyssenyadora llegó un mensajero con 150 botellas de un vino del Penedès no sabían muy bien qué hacer con ellas. Un bodeguero de la zona les pagó un trabajo en especie y a ellos se les ocurrió la idea de innovar en el tradicional etiquetado de estos caldos.

Así, pensaron que por qué no usar el propio vino para crear un nuevo packaging más atractivo y acorde con el líquido que contiene. El proceso, según recoge el propio vídeo del estudio en Vimeo, no fue para nada sencillo. Convertir el vino en tinta fue difícil y muy trabajoso.

En el vídeo se recoge en poco menos de cuatro minutos cómo fue la elaboración. Una suerte de ensayo/error hasta dar con la fórmula exacta. En primer lugar, su idea fue secar el vino al sol en el tejado del estudio, pero no funcionó: el polvo que obtuvieron no parecía pigmento. También intentaron recrear la tinta extraída del vino con diferentes técnicas de serigrafía, pero el exceso de agua arrugaba el papel.

Más tarde, probaron a reducir el vino en la cocina con hornos con ventilador, e incluso, en cazuelas a fuego lento, aunque tampoco dieron con el resultado. Hasta que, por casualidad, comprobaron que los restos de los intentos fallidos que iban almacenando en botes en el tejado tenían una textura muy similar a lo que buscaban. Y así nació Tinta de Vi.