La resistencia al impacto es una de las propiedades mecánicas más importantes de un polímero. Se define como el aguante de un plástico a la fractura por el choque de una carga. Generalmente, se mide mediante pruebas en las que un péndulo con un borde de impacto masivo golpea la muestra de plástico. A partir del desplazamiento del péndulo después de romper la muestra, la fortaleza al impacto se puede calcular como la energía requerida para provocar la ruptura.

Resistencia e impacto, ahora por separado, son dos de las cualidades que cualquier empresa debe tener para diferenciarse. En una sociedad como la actual, saturada de oferta, con una demanda que crece moderadamente, en la que existe plena información y en el que el usuario final está a un clic de conocer precio, calidad y producto, o resistes e impactas o eres uno más. Hasta que dejas de serlo.

¿Ante qué debemos resistir? Ante la posibilidad de ser uno más, de no destacar, de no diferenciarnos, de no ofrecer más que lo demás. Y (personalizo y añado el reflexivo), ¿a qué no puedo resistirme? Pues no puedo, ni debo, negarme a estar informado, a ser diferente, a actualizar mi forma de hacer las cosas y a ponerme en valor.

¿Si me resisto soportaré el impacto? No lo sé, quizá. Lo que sí está claro es que quien resiste crea impacto, porque la solución no es sufrir la colisión sino generarla. En definitiva, dejar una huella en nuestros clientes, en los que apuestan por nosotros pero también en los que no lo hacen, con el único objetivo de conseguir su fidelización.

Cuando llegue el golpe del péndulo, ya sea por una disminución de ventas o, por el contrario, por una importante carga de trabajo, a mayor arraigo más energía, es decir, más valor tendremos para aportar a nuestros clientes.