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| Innovación social: los ODS y las acciones de RSC | -

Jorge Jordana - Fundación Lafer / Prof. Universidad A. de Nebrija. Las acciones de Responsabilidad Social Corporativa no son un adorno. Su logro debe ser relevante en la cultura y en el propósito de la empresa. Las organizaciones más pequeñas pueden unirse y colaborar en acciones más relevantes y de mayor notoriedad. Redundaría en la imagen y en el prestigio de cada una de ellas. Las empresas deben innovar respecto a su implicación social.

Analisis legal de la sostenibilidad del sector: de los ODS a la regulación ambiental
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)

El 25 de septiembre de 2015, por la aprobación de 193 países en la Asamblea General de Naciones Unidas, se adoptaron 17 nuevos objetivos globales como parte de la nueva agenda de desarrollo sostenible con vigencia hasta 2030. Son conocidos como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y se concretan en 169 metas medibles a través de 230 indicadores numéricos.

Los ODS fueron una rectificación de los llamados Objetivos del Milenio (ODM) que se promulgaron en la Asamblea General de Naciones Unidas de 2000 y que eran 8 objetivos genéricos y muy ambiciosos, totalmente utópicos e inalcanzables, como erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la enseñanza primaria universal o garantizar la sostenibilidad del medio ambiente… y a conseguir en 15 años. Observar los errores y obstáculos que aseguraban la inutilidad de esos objetivos y analizarlos pusieron la base para formular un nuevo enfoque: los ODS.

Y tampoco son perfectos. Muchas ONG exigentes les culpan de contradicciones: 193 países firmantes, entre los que se encuentran muchos cuyo mayor renglón de exportación son los combustibles fósiles, pero que firman luchar contra el cambio climático; los países mayores fabricantes y exportadores de armas que se comprometen a promover sociedades pacificas; o los que se opusieron a poner fin a los paraísos fiscales, una de las mayores causas de la desigualdad, que firmaron reducir las desigualdades.

Otros los acusan de falta coherencia entre distintos objetivos. Arguyen que una forma clara de luchar contra el hambre es fomentar las producciones superintensivas… que no son sostenibles ni neutrales para el medio ambiente. Y por ello un país, o una empresa, pueden avalar que cumplen con algunos ODS, vulnerando flagrantemente otros.

En un país como el nuestro no deberían darse casos en los que el 60% de una plantilla de trabajadores resulte contagiado por el coronavirus o de desprecio hacia las condiciones de trabajo de migrantes temporeros

Les acusan también que sólo son manifestaciones de deseos que no implican a los países firmantes, porque no articulan ningún sistema de exigencia en su cumplimiento, ignorando que, si las Naciones Unidas no tienen carácter ejecutivo es porque los distintos países que la conforman, también el nuestro, no quieren ceder ningún poder a ella, aunque como se ha visto con la pandemia, sería muy positivo que sus agencias, como la Organización Mundial de la Salud, pudiera tener poderes ejecutivos en circunstancias extraordinarias.

Y todas estas críticas son razonables y deben servir para ir perfeccionando los nuevos objetivos, su precisión y su medición, que deban implementarse y promulgarse en futuras fechas.

El Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU) y el Consejo Internacional de Ciencias Sociales (ISSC) emitieron un profundo estudio sobre los ODS el mismo año de su promulgación haciendo un análisis riguroso de su problemática De las 169 metas determina que el 29% de ellas están perfectamente definidas, el 54% deberían mejorarse en precisión y medición y el resto (17%) suprimirse por ser redundantes o inútiles. Queda pues trabajo para su mejora.

Pero respecto a los ODM incorporaban dos novedades cruciales. La primera, que se encontraban mas articuladas las metas y su valoración, pero sobre todo porque dejaba de centrarse exclusivamente en los países en vías de desarrollo y sus objetivos se abrían a todas las naciones. Por ello, su balance, transcurridos ya cinco años, es claramente positivo pues han logrado captar el interés de la sociedad, consiguiendo que todos nos sintamos responsables.

Las empresas agroalimentarias podrían centrar sus acciones de RSC en cubrir las necesidades de ese mundo rural despoblado

Se ha creado la conciencia de que la humanidad es una sola y que todos estamos ligados en nuestro presente y futuro. Esa creciente certeza (y no nos olvidemos que los firmantes fueron las naciones) es la que ha obrado el milagro de que, a pesar de que la situación sicológica, sanitaria y económica, se encuentren muy deteriorados por la pandemia, no se discuta que las sociedades post covid deben tener como objetivos guía la sostenibilidad, la lucha contra el cambio climático y contra la desigualdad, y así se han orientado, por ejemplo, los fondos europeos para la recuperación.

Asimismo, se ha conseguido que todos nos sintamos responsables, también las empresas, pero sin olvidar que muchos de los ODS nos son exigibles legalmente al estar en países del primer mundo. Que las condiciones de trabajo no sean abusivas, no se utilice mano de obra infantil, se retribuya adecuadamente el trabajo realizado… se encuentra en las normas laborales y nos es obligado un cumplimiento exacto, como lo es la regulación de la seguridad y salud en el trabajo.

En un país como el nuestro no deberían darse casos en los qué el 60% de una plantilla de trabajadores resulte contagiado por el coronavirus, por mucho que se argumente que las condiciones de frio y humedad facilitaran su proliferación. Pone de relieve un incumplimiento grave del marco legal, que en ningún caso debería ser tolerado; y algo parecido respecto a las condiciones de vida de algunos migrantes temporeros que son necesarios para la recolección de algunos cultivos. En este caso deberían ser las organizaciones empresariales las que se implicaran en resolver, con las autoridades competentes, este desprecio a las personas.

Por ello, la implicación de las empresas en los ODS empieza donde acaban los mandatos legales. Y ese es el territorio de las acciones emprendidas como Responsabilidad Social Corporativa o Empresarial (RSC o RSE); acciones que se reflejan en una memoria en la que las empresas cuentan lo que hacen para mejora de la sociedad a la que sirven y de la que se sirven. Obviamente, fortalece su imagen y muchas realizan ya acciones de una gran utilidad social. Solo voy a comentar tres aspectos.

Las acciones de las empresas pequeñas pueden pasar desapercibidas si actúan solas, pero podrían colaborar las que se ubican en una localidad para publicar una sólida memoria que redundaría en la imagen y prestigio de cada una

NO RSC COMO ADORNO

Las acciones deben ser definidas, medibles y evaluadas. Precisamente porque son importantes. No se trata de perseguir genéricamente quimeras que rellenan páginas pero que no queda constancia ni tan siquiera de que han sido realizadas. Y resalto la evaluación de sus resultados, para mejorar su implementación o para abordar otra acción nueva, por la escasa eficiencia de la analizada. Las acciones de RSC no son un adorno. Su logro debe ser relevante en la cultura y en el propósito de la empresa.

En segundo lugar, resalto que una gran parte de las empresas agroalimentarias están ubicadas ellas en el mundo rural o están en ese territorio las empresas que les proveen. Y todos somos conscientes hoy de que tenemos un problema de despoblación rural, que en sí mismo no tiene porque evaluarse como negativo, al fin y al cabo, los que se van a la ciudad buscan mejorar su nivel de vida, pero van provocando la perdida de servicios en esas áreas y con ella un empeoramiento de las condiciones de vida de los que se quedan. Esencialmente, la educación, la sanidad y la posibilidad de encontrar trabajo en los mismos.

Las empresas del sector podrían centrar sus acciones de RSC en cubrir esas crecientes necesidades, firmando con los ayuntamientos la creación de bolsas de empleo, cursos para distintos tipos de formación profesional, recaudar fondos para cubrir eventuales bolsas de pobreza, crear becas para incorporar nuevos vecinos procedentes o no de la inmigración, fortalecer los recursos digitales de la enseñanza pública en situaciones como la que ahora vive la educación… Cada localidad tendrá sus necesidades y nadie mejor que los ayuntamientos con las empresas, para perfilarlas y asistirlas.

Y, por último: el valor de la unión. Nuestro sector está formado por decenas de miles de pequeñas y medianas empresas. Si uno acude a internet y busca memorias RSC empresas alimentarias, podrá obtener unas 200 de los centenares de miles de empresas existentes en la cadena. Todas pertenecen a grandes empresas o a grandes cooperativas. ¿Y los pequeños? Las acciones de las empresas pequeñas pueden ser también pequeñas y pasar desapercibidas… si actúan solas. ¿Acaso no podría abordarse, en una localidad, un ambicioso programa de apoyo social a sus habitantes elaborando una RSC en colaboración de todas las empresas allí ubicadas o que allí actúan? Podría publicarse una sólida memoria. Su acción sería relevante y notoria, y redundaría en la imagen y prestigio de cada una de ellas.

Hay que ser innovadores siempre, también en la implicación social de nuestras empresas.

Tribuna de Jorge Jordana - Fundación Lafer / Prof. Universidad A. de Nebrija, incluida en el Anuario de la Innovación 2021 de Food Retail & ShoppersClic aquí para descargarlo de forma directa y gratuita.  

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