La rutina de ir a comprar al supermercado hace que determinados elementos pasen desapercibidos para el consumidor. Por ejemplo, que estos establecimientos no tienen ventanas.

Este hecho forma parte de los diferentes técnicas de Marketing que se aplican a la hora de comprar en tiendas.

La falta de ventanas tiene varios objetivos, el principal es mantener a los clientes con esa sensación de suspensión en el tiempo y desviar su atención, lo que se traduce en comodidad, que desemboca en la sensación de no tener prisa para abandonar el lugar. Y si no se van de la tienda, más posibilidades hay de que compren más.

Así, al no haber aberturas al exterior, se evita que los visitantes se vean sometidos a estímulos externos, como el bullicio de la calle o a la luz exterior que les puede hacer pensar en acelerar sus compras. Cuanto más tiempo una persona permanezca en un supermercado, más probabilidades tendrá de gastar.

Otra razón de peso es la correcta conservación de los productos, puesto que la exposición a los rayos solares podría estropearlos, haciéndolos menos atractivos y así evitar un posible desperdicio de los mismos al perder su frescura.

Las paredes de los supermercados ya están diseñadas para aislar y conservar los productos que se encuentran en su interior (para cumplir la indicación de las etiquetas de que deben conservarse en un lugar fresco y seco), instalar ventanas provocaría el efecto contrario.