El autobús supermercado presentado por REWE comenzará a funcionar en algunas zonas de Alemania en marzo, tiene una longitud de 18 metros y ofrecerá un surtido de más de 700 referencias. Albergará frutas y verduras, sección de frescos, refrigerados, bebidas y cosméticos. También productos regionales y orgánicos.

Esta información, publicada por Luis Miguel Espejel en Food Retail & Service, me ha traído a la memoria a mi propio abuelo Blas, que, desde la localidad de Haro, llevaba cada día pescado a los vecinos de varios pueblos de la Rioja Alta. Primero con un Seat 600 y luego con una furgoneta Renault 4 de esas con el cambio de marchas junto al volante.

Recuerdo que al llegar a cada destino hacía sonar el claxon como si no hubiera un mañana y rápido comenzaba a pesar "el género" en su balanza romana mientras conversaba con los vecinos apiñados en la trasera del vehículo.

Aunque solo tenía tienda física permanente en Treviana, llegaba a sitios como San Millán de Yécora, tan pequeño y perdido como la última aldea de Las Hurdes. También les llevaba el periódico, en un tiempo donde no había internet, y tantos otros encargos. Imaginaos el valor añadido de su servicio, ahora que tanto se habla de la "experiencia de compra"(¡incluso hacía de taxi o de ambulancia cuando alguien caía enfermo!).

Así que, a pesar de que la idea no sea precisamente nueva (la venta ambulante ha existido siempre), no deja de ser loable que la gran distribución alimentaria se acuerde de una parte de la población, olvidada y envejecida, que ha de desplazarse demasiados kilómetros para abastecer sus necesidades más básicas.

Sólo temo que la iniciativa del bus supermercado pueda fulminar como un rayo a esas microtiendas de conveniencia de pueblo de las que nadie habla jamás, pero existir existen. Muchas no son de libre servicio: los productos están detrás de un mostrador y hay que pedirlos al dueño.

Es un retail casi fosilizado en casas de piedra como modo de subsistencia básica, que paga licencias locales y que podría desaparecer con semejante competencia. Quiero pensar que en Alemania simplemente no existen estas mini tiendas... porque... ¿qué pasaría si un día alguien de esa gran cadena llega a la conclusión de que no merece la pena seguir acudiendo a ese pueblo de "cuatro" vecinos? Quedarían ya completamente desasistidos.

Aún recuerdo a mi abuelo Blas lamentarse cuando sufría la competencia de un vendedor ambulante que ni tenía implantación física ni contaba con licencia. Le daban ganas de cerrar al comprobar con decepción que algunos de los vecinos, pese a su completa dedicación, acudían a comprar al "invasor" ocasional. 

Sirva este post de homenaje a ese retail de pequeño calibre, pero de inmenso valor, y de tantos vendedores ambulantes que se ganan la vida ofreciendo un servicio impagable que mejora la vida de muchas personas sin que nadie se cuelgue una medalla.

Carlos Azofra, editor de Food Retail & Service