Los malos suelen ser más vistosos que los buenos. Tienen interés en remarcarse, destacan con falsas virtudes y terminan muchas veces con desenlaces que acaban empañando el juicio del ciudadano-consumidor, ya descreído, que no puede evitar pensar aquello desgraciadamente tan común de "todos son iguales" (de perversos, de corruptos, de egoístas...).
Nos negamos a esta generalidad. Y con fundamento. Porque directa e indirectamente tenemos constancia de que hay muchas, muchísimas, personas que como objetivo directo o consecuencia han hecho mucho de bueno.
Antonio Agustín es consejero y escritor experto en distribución