Shoppers | Nutri-Score actualiza su algoritmo pero sigue suscitando polémica

La nueva actualización del etiquetado alimentario soluciona algunas deficiencias tradicionales, pero deja muchas otras intactas. Expertos cuestionan su pretensión científica y apuntan a sus numerosas carencias y omisiones.

Nutri-Score, un traje a medida de poca utilidad para el consumidor
Nutri-Score, un traje a medida de poca utilidad para el consumidor

Nutri-Score, el semáforo nutricional promovido por la Comisión Europea y que califica los alimentos de más a menos saludables (de la A a la E y del verde al rojo), ha actualizado su algoritmo con la llegada de 2024.

En el ámbito de los alimentos sólidos, una de las grandes novedades es una mayor diferenciación entre productos de acuerdo a su contenido en sal y azúcar.

Asimismo, incluye una diferenciación entre alimentos de grano entero, ricos en fibra y refinados; mejora la clasificación del pescado azul; diferencia entre lácteos azucarados y no azucarados y entre distintos tipos de quesos; mejora la clasificación de los aceites con bajo contenido en grasas saturadas y la de la carne de pollo en comparación con la carne roja.

En el ámbito de las bebidas, el algoritmo diferencia ahora entre distintos tipos de leche conforme a sus grasas saturadas y contenido energético; acentúa la diferencia entre bebidas de acuerdo a su contenido en azúcar y modifica sustancialmente el algoritmo para limitar el incentivo para la utilización de edulcorantes artificiales.

Desde el pasado 31 de diciembre de 2023, todos los productos que se comercialicen deberán basarse en el nuevo algoritmo, si bien se ha establecido un periodo transitorio de 24 meses para productos etiquetados con anterioridad a la mencionada fecha.

¿Una clasificación hecha a medida de los grupos de presión?

La reforma del algoritmo responde a la necesidad de corregir incentivos perversos (por ejemplo, la mencionada tendencia a abusar de edulcorantes para evitar malas puntuaciones a causa del azúcar) y actualizar las puntuaciones "de acuerdo a los hallazgos en materia de nutrición", según argumenta en declaraciones a la revista Consumer la doctora Pilar Galán, científica nutricionista y epidemióloga por la Universidad de la Sorbona e impulsora del sistema.

Sin embargo, muchos acusan al algoritmo de estar sesgado. En primer lugar, para favorecer a determinados grupos de interés y fabricantes, que cabildean con la intención de omitir o resaltar parámetros. En segundo lugar, en favor de la dieta del norte de Europa y en detrimento de la dieta mediterránea —de hecho, España es el único país del sur de Europa que ha adoptado la clasificación: Italia y Grecia cuentan con su propio sistema, NutrInform Battery—.

Rafael Urrialde, especialista en alimentación y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, se pregunta en su perfil personal de Linkedin por qué el nuevo algoritmo sólo penaliza los edulcorantes en bebidas y no en alimentos. Asimismo, Urrialde señala otras omisiones graves como la no referencia a la calidad de las proteínas, a los micronutrientes, las sustancias bioactivas o el perfil de ácidos grasos mono y poliinsaturados.

Además, el académico considera injustificable la no inclusión de las bebidas alcohólicas. "Sigue pareciéndome un traje a medida", sentencia.

Jorge Jordana, experto en industria alimentaria y doctor en Ingeniería agrónoma, se ha mostrado aún más contundente: "Prueba de la inoperancia de Nutri-Score es que, cada dos meses, debe cambiarse el algoritmo para reclasificar alguna barbaridad observada", denuncia.

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