Sector Primario | Transgénicos, el tren que se nos está pasando en Europa, según científicos

La controversia es extracientífica y proceden de los grupos de presión; los mismos que han llevado a extender mitos como la toxicidad o alergia que los transgénicos producen en personas, explica Jorge Barros, catedrático de tecnología de alimentos de la Universidad de Santiago de Compostela (USC). Los transgénicos ayudarían a reducir el consumo de agua y a la sostenibilidad de un planeta en crecimiento.

Una plantación de Monsanto
Una plantación de Monsanto

La regulación de las actividades con Organismos Modificados Genéticamente (OMG), entre los que se encuentran los alimentos transgénicos, es decir, aquellos que han sido manipulados genéticamente para contener unas características concretas, lleva presente en España dos décadas.

En todo este tiempo, comunidad científica y ecologistas únicamente coinciden en que hay un "tren que se nos está pasando" con la actual regulación europea, aunque lo hacen desde diferentes prismas de criterio y visión de futuro.

Desde la comunidad científica, el catedrático de tecnología de alimentos de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), Jorge Barros, ve en Europa cierto "principio de preocupación limite" al extenderse hasta quince años la aprobación de un transgénico.

Prueba de ello es que hasta el momento la Comisión Europea solo autorice de este ámbito de la biotecnología la importación de algodón, maíz, colza, soja, remolacha azucarera y patata. De estos productos se permite, a su vez, la comercialización de la soja y el maíz y el cultivo únicamente del maíz insecticida de Monsanto, conocido como MON 810 y que confiere resistencia a la plaga del taladro.

España destinó en 2022, según el último informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, un total de 67.620,05 hectáreas al MON 810, el equivalente en superficie a 17 veces la ciudad de A Coruña, 7 la de Granada o casi 5 la de Valencia.

Son datos que convierten a nuestro país en el líder europeo en su producción, ya que Alemania, Dinamarca, Francia, Holanda y hasta once países más aprovecharon la entrada en vigor de la normativa europea del año 2015 que permitía a los países miembro prohibir los OMG por cualquier motivo no científico para poner fin a sus plantaciones.

Algunos de esos países, como Alemania, lo hicieron porque la entonces ministra alemana de Agricultura, Ilse Aigner, señaló "razones suficientes para considerar que el maíz MON 810 pone en peligro el medio ambiente".

Este argumento también lo defienden los ecologistas españoles debido a la posibilidad de "contaminación de otros cultivos" y la "creación de resistencia con plagas como la del taladro", como expone el responsable de agricultura de Greenpeace España, Luis Ferreirim.

No obstante, Barros defiende que, en base a lo recogido en los informes de las agencias técnicas europea, americana e internacional, desde el punto de vista de la salud y medioambiental, que los OMG son "seguros".

Por ese motivo, explica, por un lado, que para evitar la resistencia del taladro lo que se hace es "ir cambiando los sistemas de ataque", similar a la metodología de rotación que se emplea con los antibióticos para que las bacterias no se fortalezcan.

Y, por otro lado, respecto a la supuesta "contaminación cruzada", que existen "normas de precaución" entre las que se contemplan "confinamiento" y "espacios de seguridad" en las parcelas "reguladas por la normativa". Si bien es cierto que asociaciones ecologistas como Amigos de la Tierra creen que esas medidas no evitan la "contención del polen" que contribuye a la contaminación.

"No estamos obcecados en una postura pro o contra, el científico ha de mantener siempre una mente abierta" manifiesta Barros.

Así pues, la controversia, aclara, es "extracientífica" y fruto de "los grupos de presión políticos y comerciales" que en ella influyen. Los mismos que han llevado a extender, señala, mitos como la "toxicidad o alergia" que los transgénicos producen en personas.

Proceso de aprobación

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) constata que los alimentos y piensos modificados genéticamente "solo" pueden autorizarse en la UE si han superado una "rigurosa evaluación de seguridad".

Una labor que corre a cargo de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), responsable de evaluar el posible efecto de los OMG sobre "la salud humana, animal y el medio ambiente". Los criterios por los que se guían se basan, según la AESAN, en los "expedientes científicos" presentados por los solicitantes, así como la evidencia científica disponible en ese momento.

El maíz MON 810, advierte el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, "no es una excepción" y ha sido sometido a varias evaluaciones por parte de EFSA y de la Comisión Nacional de Bioseguridad, que han descartado la "ausencia de mayores riesgos" para el medio ambiente, con respecto al cultivo de sus homólogos de maíz convencionales.

Este 'modus operandi' se lleva siguiendo en España desde la entrada en vigor en el año 2003 del Protocolo de Cartagena, un acuerdo internacional cuyo objetivo es garantizar que el movimiento de organismos vivos modificados genéticamente se haga en condiciones seguras para la salud humana y la conservación de la biodiversidad.

De cara al futuro

Para Ferreirim los transgénicos están "condenados al fracaso" y reconoce que, aunque tuvieron su auge en 2013, desde 2016 están en "caída libre". Su argumento lo basa en la disminución de superficie de cultivo con respecto a hace una década y también a que prácticamente la totalidad de la producción se dedica a la "ganadería industrial".

Este último factor explicaría por qué España sigue estando a la cabeza de los OGM en Europa, dado que el sector de la ganadería generó en torno al 40% de la producción agraria anual con unos beneficios que rondaron los 25.494 millones de euros en 2022.

En contraposición, Barros detalla los "márgenes" que los OGM podrían llegar a darnos para combatir el cambio climático. Así pues, serían aliados contra las "sequías" y favorecerían la "resistencia de cultivos en condiciones climáticas adversas", lo que a su vez contribuiría a la "sostenibilidad" de un mundo cuya población continúa en aumento.

Algunos ejemplos de tal aplicación, presentados por el científico estadounidense Charles DeLisi, son el cambio de proporción de determinadas raíces para aumentar la cantidad de CO2 retenido en el suelo o el cambio de las propiedades de las hojas para que sean capaces de realizar la fotosíntesis sin tanta luz solar y evaporar menos agua.

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