En un mercado tan competitivo como el de la distribución alimentaria, las decisiones que marcan diferencia rara vez se toman por inercia. La política de Mercadona de no abrir domingos ni festivos lleva años siendo un tema recurrente de conversación en el sector. Y no es para menos: en un contexto en el que cada décima de cuota se pelea con promociones, horarios ampliados y nuevos canales de conveniencia, la cadena valenciana se mantiene firme en una decisión que parece ir a contracorriente.
Lo curioso es que esa aparente renuncia apuntala el momento de mayor solidez de la compañía: un 27,1% de cuota de mercado en España, liderazgo indiscutible en retail alimentario y una expansión controlada en Portugal que empieza a dar resultados. La pregunta es inevitable: ¿se lo puede permitir simplemente porque lidera el mercado? O, más bien, ¿estamos ante una pieza estratégica de su modelo de negocio?
Cuando abrir más no significa vender más
La tentación de ampliar horarios se basa en una premisa clásica: más tiempo abierto equivale a más ventas. Sin embargo, la experiencia de Mercadona desmonta este paradigma. Su fortaleza no depende de captar compras de conveniencia, sino de haber educado al consumidor en torno a una propuesta de valor clara: surtido eficiente, precio competitivo y experiencia de compra sencilla.La demanda, lejos de evaporarse, se reorganiza. El cliente adapta su compra a la disponibilidad que ofrece la enseña, consciente de que la relación calidad-precio y la confianza en el modelo lo compensan. Así, la compañía evita los sobrecostes que implicarían las aperturas festivas —personal, logística, transporte— y protege al mismo tiempo la eficiencia operativa, un principio que ha marcado su ADN desde sus orígenes.
Una estrategia con impacto interno y externo
El efecto de esta política no se limita al consumidor. Hacia dentro, la no apertura en festivos refuerza una de las banderas más visibles de Mercadona: la conciliación laboral. En un sector caracterizado por la alta rotación, ofrecer a los empleados estabilidad y descanso en domingos y festivos es un valor diferencial que contribuye a retener talento y fortalecer la cultura corporativa. Hacia fuera, proyecta coherencia de marca. Mientras otros competidores buscan diferenciarse por la conveniencia y la disponibilidad casi ilimitada, Mercadona se consolida en un terreno distinto: la confianza, la previsibilidad y la fiabilidad. Tres atributos que, lejos de perder fuerza, se han convertido en una ventaja competitiva en tiempos de incertidumbre.

Cartel separador de compra de Mercadona
¿Riesgo de complacencia?
Ahora bien, el sector evoluciona rápido y plantea un desafío. El auge del comercio electrónico y el quick commerce reconfigura el concepto de conveniencia. El consumidor ya no solo compara horarios físicos, sino que espera inmediatez a través de nuevos canales digitales. Aquí es donde surge la incógnita: ¿puede la decisión de no abrir festivos restar competitividad en el largo plazo si la conveniencia gana más peso? Mercadona parece consciente de ello. Su apuesta por el e-commerce, aún en fase de consolidación, apunta a cubrir ese flanco con un modelo logístico propio y diferenciado. Una vez más, rehúye la estrategia de “copiar” a los demás y construye un camino propio, aunque más lento, pero también más robusto.
Una lección que inspira
El caso de Mercadona ilustra una verdad incómoda para el sector: no siempre más es mejor. No abrir domingos ni festivos no es un gesto de renuncia, sino una demostración de fuerza y coherencia. En un entorno donde la mayoría corre detrás de cada oportunidad, Mercadona se permite marcar el ritmo y condicionar las reglas del juego. Y aquí reside lo provocador de la reflexión: mientras buena parte del retail se obsesiona con ser omnipresente y disponible 24/7, Mercadona demuestra que liderar no siempre significa estar en todas partes, sino estar donde y cuando realmente importa.
Quizá la verdadera disrupción en retail no pase por abrir más horas, sino por saber decir no a aquello que no encaja en la estrategia.