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Mercadona y sus muebles refrigerados sin puertas: una disonancia estratégica entre sostenibilidad e identidad de marca

El caso de Mercadona refleja un dilema cada vez más común en el sector: cómo equilibrar la eficiencia operativa, la experiencia de cliente y la sostenibilidad sin sacrificar ninguna de ellas

Publicado: 15/09/2025 ·17:56
Actualizado: 16/09/2025 · 16:29
  • Mural de carnes de Mercadona

En un mercado europeo donde la eficiencia energética se ha consolidado como estándar competitivo, la postura de Mercadona resulta, cuanto menos, contradictoria. La compañía, que lidera el sector español en cuota y facturación, mantiene abiertos sus murales refrigerados verticales, una elección que plantea dudas sobre la coherencia entre su discurso de sostenibilidad y sus decisiones operativas. 

Mientras cadenas como Carrefour, Lidl, Aldi, E.Leclerc o incluso pequeños retailers regionales han optado por cerrar sus murales refrigerados, mejorando la eficiencia energética hasta en un 50% y cumpliendo con las normativas de descarbonización del comercio, Mercadona continúa apostando por espacios abiertos en la sección de refrigerados. Esta decisión, que a simple vista podría parecer anacrónica o poco sostenible, en realidad responde a una estrategia profundamente arraigada en su modelo operativo y su visión del cliente, al que internamente llaman “el jefe”. 

¿Una decisión antisostenible o una apuesta por la experiencia de compra? 

Mercadona lleva años optimizando sus procesos desde una lógica radicalmente orientada al cliente. Su obsesión por garantizar una compra rápida, cómoda y eficiente ha marcado cada uno de sus movimientos estratégicos, desde el diseño de las tiendas hasta la disposición del surtido. En este sentido, la ausencia de puertas en los refrigeradores no es una omisión, sino una elección: evitar cualquier barrera física —por pequeña que sea— que interrumpa la fluidez de la compra.

Las puertas pueden suponer una fricción, especialmente para un cliente que valora la agilidad y no desea tener que abrir, cerrar o esquivar obstáculos mientras elige un yogur o una bandeja de carne. Este principio también podría explicar por qué Mercadona no implementa cajas de autopago: no porque no pueda, sino porque prioriza una experiencia controlada, uniforme y sin sorpresas. 

Pero… ¿a qué coste? 

Desde una perspectiva medioambiental, mantener murales refrigerados abiertos implica una mayor demanda energética, un sobreesfuerzo de los sistemas de refrigeración y, por tanto, una mayor huella de carbono. En un contexto donde la sostenibilidad ya no es solo un imperativo ético sino también normativo y reputacional, esta decisión posiciona a Mercadona en una aparente contradicción: ser líder del mercado sin liderar en sostenibilidad visible. 

No se trata solo de imagen. Las puertas en refrigerados son hoy un estándar tecnológico de eficiencia, con retorno de inversión claro, reducción de costes operativos y beneficios ambientales inmediatos. Entonces, ¿está Mercadona renunciando deliberadamente a estos beneficios? 

Innovación selectiva 

Mercadona no es ajena a la innovación, pero la aplica con una lógica interna muy precisa. Su apuesta por bloques logísticos automatizados, procesos integrados de cadena de suministro, o la reciente transformación digital de sus relaciones con proveedores, muestran que la compañía invierte donde percibe un retorno real y tangible, siempre vinculado a su modelo de calidad total y la satisfacción del cliente. 

En este sentido, podría decirse que Mercadona ha “aparcado” ciertas innovaciones visibles en tienda (como el autopago o los murales refrigerados con puertas) porque, desde su óptica, no aportan valor suficiente al cliente o podrían incluso distorsionar la experiencia. No obstante, esta postura podría tensionarse en los próximos años a medida que aumenten las presiones regulatorias, la fiscalidad ambiental y las expectativas sociales hacia un retail más sostenible. 

El caso de Mercadona refleja un dilema cada vez más común en el sector: cómo equilibrar la eficiencia operativa, la experiencia de cliente y la sostenibilidad sin sacrificar ninguna de ellas. El liderazgo de mercado le otorga margen para decidir a otro ritmo, pero también conlleva una mayor responsabilidad. En un entorno donde el consumidor es cada vez más consciente del impacto ambiental de su cesta de la compra, y donde las políticas públicas apuntan a objetivos de neutralidad climática, postergar ciertas decisiones puede acabar siendo más costoso —reputacional y económicamente— que anticiparlas. 

El sector mira de cerca a Mercadona no solo por lo que hace, sino por lo que aún no ha hecho. 

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