En un esfuerzo por combatir uno de los problemas más acuciantes del sistema alimentario europeo, la Universidad de Girona (UdG) y el Instituto de Investigación y Tecnologías Alimentarias (IRTA) han puesto en marcha un ambicioso proyecto que podría cambiar la forma en que leemos las fechas impresas en los envases. Bajo el nombre BestBefore, la iniciativa pretende afinar el etiquetado de los productos alimenticios para evitar que toneladas de comida perfectamente comestible acaben desechadas antes de tiempo.
Cada año, alrededor del 10% del desperdicio alimentario en la Unión Europea está ligado directamente a la confusión o imprecisión en las fechas de consumo indicadas en los productos. En Cataluña, este problema se tradujo en 2024 en 21,5 kilos de alimentos desperdiciados por persona. La mayoría de esos desperdicios no se debieron a que los productos estuvieran caducados, sino a una interpretación errónea de la fecha de consumo preferente, un indicador que, a diferencia de la fecha de caducidad, no tiene que ver con la seguridad alimentaria, sino con la calidad organoléptica del alimento.
"Muchos consumidores no saben que un producto con la fecha de consumo preferente vencida puede seguir siendo perfectamente apto para el consumo, siempre que se haya conservado en condiciones adecuadas y mantenga un buen aspecto, sabor y olor", explica Maria Dolors Guardia, investigadora del IRTA y una de las impulsoras del proyecto.
BestBefore toma el relevo de BestDate, una herramienta previa también desarrollada por el IRTA que ayuda a determinar si un producto debe llevar fecha de caducidad o de consumo preferente. La nueva fase del trabajo científico va un paso más allá: busca establecer criterios objetivos para fijar esa fecha con mayor precisión, especialmente en los llamados alimentos "microbiológicamente no perecederos", como pueden ser muchos productos secos o envasados.
Para lograrlo, UdG e IRTA están aplicando una metodología que estudia los factores que afectan a la durabilidad de los productos alimenticios. Entre ellos destacan las características físico-químicas de los alimentos, los materiales de envasado y las condiciones de conservación.
Además, se está desarrollando una aplicación web de acceso libre que permitirá a las empresas calcular la vida útil de sus productos en función de esos parámetros.
El objetivo es claro: apoyar especialmente a las pequeñas y medianas empresas, que a menudo carecen de los recursos necesarios para realizar estudios propios sobre durabilidad. "Queremos que tengan a su alcance herramientas que les permitan fijar fechas de consumo preferente de manera rigurosa y basada en evidencias", señala Guardia. "Eso no solo contribuirá a reducir el desperdicio, también ayudará a generar confianza en los consumidores".
Este proyecto se enmarca dentro de las estrategias europeas para avanzar hacia una economía más circular y sostenible. La Comisión Europea ya ha instado a los Estados miembros a revisar las prácticas de etiquetado de fechas como una medida clave para reducir el desperdicio alimentario en un 50% para el año 2030.