El cierre del año 2024 y el arranque de 2025 tenían lugar en el escenario de coyuntura económica más favorable de los últimos años para el gran consumo en España, con todos los indicadores macroeconómicos convergiendo hacia niveles que podríamos calificar casi de “idílicos”, lo que iba a permitir a las empresas del sector orientar sus esfuerzos a la inversión, la creación de empleo y el fortalecimiento de su posición competitiva en un entorno de estabilidad.
El PIB cerraba el año 2024 con un crecimiento anual del 3,2% (gráfico 1) y el cuarto trimestre mostraba un crecimiento del 0,8% en tasa intertrimestral y del 3,4% en tasa interanual, lo que refleja que la actividad económica sigue mostrando un elevado dinamismo; el Banco de España en sus proyecciones de marzo 2025 revisaba el PIB de 2025 hasta el 2,7%, dos décimas por encima de su anterior previsión.
Fuente: Contabilidad Nacional; INE
Por otra parte, el consumo privado de los hogares y la inversión, los componentes del PIB más rezagados en trimestres anteriores, se aceleraban hasta el 3,8% y el 3,2%, respectivamente, tomando el relevo al gasto público y al sector exterior, que ya venían mostrando síntomas de desaceleración y configurando así una composición del PIB más sostenible a medio plazo.
Las bases que sostienen la recuperación del consumo privado de los hogares, crecimiento de la población residente, crecimiento del turismo, dinamismo del mercado laboral y situación financiera de los hogares siguen mostrando resultados positivos; así, la renta bruta disponible de los hogares superó por primera vez en 2024 el billón de euros (EUR 1,03 b) tras un crecimiento del 8,7%.
Por otra parte, la inflación (gráfico 2) que había marcado la coyuntura económica del gran consumo desde 2022 sigue controlada. El IPC de marzo de 2025 se situó en el 2,3% en su índice general, el IPC alimentario fue del 2,4% y el IPC de hostelería del 4,1%. Las previsiones de inflación del Banco de España para 2025 han sido revisadas al alza hasta el 2,5% (cuatro décimas más que en su previsión anterior), debido a la volatilidad de los precios energéticos. Sin embargo, el control de la inflación es un fenómeno generalizado en toda Europa y esto ha permitido que el Banco Central Europeo haya acometido seis bajadas de tipos de interés desde junio de 2024, dejando su facilidad de depósito en el 2,50% en su última revisión de marzo.
Fuente: IPC; INE
En resumen, un escenario de coyuntura económica muy favorable para el gran consumo después de las sucesivas crisis de la Covid-19 y de la inflación de costes posterior. Sin embargo, parece que no es posible encadenar dos ejercicios tranquilos en lo que se refiere al entorno económico y geopolítico, ya que el miércoles 2 de abril de 2025, 'Día de la Liberación' según el presidente Trump, se concretaron las medidas arancelarias que ya se venían anunciando…, y la realidad superó todas las expectativas negativas que los agentes económicos hubieran podido prever. Los riesgos que ya se anticipaban se han materializado y el entorno económico posterior al 2 de abril va a ser sin duda peor del que veníamos disfrutando.
En este artículo no pretendo realizar previsiones macroeconómicas del impacto de los aranceles sobre la economía española o global, ni siquiera los institutos de previsión económica más reputados como el Banco de España se atreven a hacerlas en estos momentos. Lo que busco es describir cuatro escenarios, del más benigno al más perjudicial, que podrían suceder en los próximos meses para que cada cual disponga de elementos propios de análisis. El curso de los acontecimientos nos dirá cuál de ellos va tomando forma y cómo impacta en la actividad económica. Sí que anticipo que, al menos en mi opinión, no todos son igualmente probables; desgraciadamente el escenario más benigno creo que es altamente improbable, si bien también pienso que lo es el escenario más catastrófico.
ESCENARIO 1: UNA "OTAN DE LIBRE COMERCIO"
La política arancelaria de Trump parte de algunos datos objetivos, el más importante de ellos es sin duda el déficit comercial estructural (gráfico 3) que EE. UU. arrastra desde los años 70’s y que ha promediado un -4,9% del PIB en el siglo XXI, alcanzando el -4,5% en 2024 en lo que se refiere a la balanza de bienes. Es cierto que EE. UU. presenta superávit en su balanza de servicios (293.300 millones $ en 2024), pero que no compensa ni lejanamente el déficit de la balanza de bienes (1,2 billones $). Los países o regiones con los que EE. UU. mantiene un mayor déficit comercial son, por este orden, China, la Unión Europea, México y Canadá.
Fuente: Datos macro; Expansión
El déficit comercial es el resultado de un volumen de importaciones superior a las exportaciones que, en el plano microeconómico refleja una menor competitividad global de las empresas industriales de EE. UU., pero –y esto es muy importante entenderlo–, desde el punto de vista macroeconómico, un déficit comercial es el resultado de una economía, la americana, que gasta (tanto en consumo como en inversión) más de lo que produce o, dicho de otra forma, una economía que no ahorra.
Volveremos más tarde sobre este punto, pero si nos quedamos en el plano microeconómico, la pregunta que nos podemos hacer es: ¿imponen otros países aranceles superiores a los productos de EE. UU. que los aranceles que EE. UU. impone a estos países? Es difícil responder con datos incontestables, pero es cierto que los aranceles existen y también existen otras barreras no arancelarias que dificultan el comercio internacional.
Por consiguiente, EE. UU. podría tratar de negociar con la Unión Europea (UE) una reducción de las barreras arancelarias y no arancelarias para favorecer el comercio transatlántico. De hecho, la UE ya ha ofrecido a EE. UU. aranceles "cero por cero" para los bienes industriales en una de sus respuestas iniciales a los "aranceles recíprocos" de Trump. Este enfoque de liberalización debería ir acompañado en el caso de la UE de una revisión profunda de las barreras no arancelarias (técnicas y de otro tipo) que impiden que podamos hablar hoy de un verdadero mercado único en la UE, sobre todo en el sector servicios y en las operaciones de M&A transnacionales; esto no lo digo yo, lo dice Draghi en su informe.
La materialización de un espacio transatlántico de libre comercio que, además, implicara una liberalización real del comercio intracomunitario, sería una noticia fantástica con un impacto muy positivo
La materialización de un espacio transatlántico de libre comercio que, además, implicara una liberalización real del comercio intracomunitario, sería una noticia fantástica con un impacto muy positivo en el crecimiento potencial del PIB en todos los países que conforman el eje transatlántico, es decir, un escenario incluso mejor del que existía antes de la crisis de los aranceles.
Sin embargo, este escenario es muy improbable, ¿por qué? Pues por la sencilla razón de que la fórmula de cálculo de los famosos "aranceles recíprocos" no resulta de los aranceles reales practicados por otros países, sino que es el resultado simple de dividir el déficit comercial con cada país por las importaciones de EE. UU. con ese país, una especie de déficit comercial relativo, cuya validez conceptual desmontaría cualquier estudiante de primero de economía. Esto implica que Trump cree realmente en un esquema "autárquico" donde la producción industrial doméstica lo es todo, incluso si se reconoce que ese concepto queda absolutamente obsoleto en un mundo como el actual de cadenas de suministro tremendamente complejas, especializadas e interrelacionadas.
El escenario de un espacio transatlántico de libre comercio es muy improbable.
Esto nos llevaría a un escenario de "acuerdos de mínimos" orientados a reducir, al menos parcialmente, el desequilibrio comercial entre EE. UU. y la UE y que describimos en el segundo escenario, que considero bastante más probable.
ESCENARIO 2: DESACELERACIÓN ECONÓMICA
Lo primero que hay que entender es que un arancel es un impuesto a la importación y que, como todo impuesto, tiene un impacto directo sobre magnitudes macroeconómicas tales como el crecimiento y la inflación. La imposición de aranceles implica una subida directa de los costes de los insumos (materias primas y bienes intermedios) para las industrias importadoras y una subida de precios de los bienes de consumo para los consumidores. En el corto plazo, estas subidas son inflacionarias y pueden provocar una retracción del consumo que aboque a una desaceleración o recesión económica, lo que llevaría a los bancos centrales a relajar sus políticas monetarias, retroalimentando así un proceso de inflación persistente.
Si los aranceles son a priori tan dañinos para el crecimiento y la inflación, ¿por qué se imponen? Los aranceles son una herramienta de política económica orientados a defender sectores industriales domésticos. El problema de fondo es que si un determinado sector industrial pierde cuota de mercado frente a competidores foráneos, suele ser por una pérdida de competitividad, y por tanto, la defensa de sectores domésticos menos productivos tiene un impacto negativo sobre la producción económica agregada. En mi opinión, los aranceles solo estarían justificados para defender un sector industrial doméstico ante prácticas comerciales desleales por parte del país exportador, tales como subvenciones públicas (por ejemplo, los aranceles europeos a los vehículos eléctricos chinos), y en todo caso deberían ser muy limitados y específicos.
Los "aranceles recíprocos" anunciados por Donald Trump el 2 de abril para la inmensa mayoría de países supondrían, en el caso de su materialización efectiva, una subida de impuestos vía aranceles que algunos economistas calculan en un 2% del PIB, equivalente a una subida del IVA del 20% en un país como España; el efecto contractivo sobre la economía norteamericana sería evidente. Sin embargo, una de las teorías más extendidas es que Trump simplemente persigue una estrategia de negociación, basada en imponer de entrada una propuesta de máximos (una especie de órdago) para terminar en una propuesta favorable a sus intereses que, en este caso, serían reducir el déficit comercial actual, difícilmente sostenible a largo plazo.
En el caso de la UE, la propuesta inicial de Trump impone unos aranceles generalizados del 20%. La negociación posterior podría llevar a un escenario final mucho más "quirúrgico" (enfocado a productos o sectores específicos) que, sin llegar al escenario de libre comercio descrito anteriormente, rebajara sustancialmente el nivel de aranceles máximo con concesiones de la UE. La UE partiría, en mi opinión, de una posición de debilidad en esta negociación derivada de dos hechos: el primero es el hecho objetivo del superávit comercial a favor de la UE que tanto molesta a Trump; y el segundo, el hecho de que la UE no dispone de ningún insumo estratégico que EE. UU. no pueda producir, aunque sea de manera menos eficiente.
La UE debería adoptar una estrategia basada en tres principios: reducir las barreras actuales a los productos y servicios de EE. UU.; comprometer mayores importaciones de la UE a EE. UU.; y renunciar a cualquier tipo de aranceles de represalia que pudieran escalar la guerra comercial
Por ello, la UE debería adoptar una estrategia basada en tres principios: primero, reducir las barreras arancelarias y no arancelarias actuales a los productos y servicios de EE. UU.; segundo, comprometer mayores importaciones de la UE a EE. UU. en productos y servicios donde EE. UU. es especialmente competitivo, tales como gas y petróleo, servicios digitales y sistemas de armamento (en línea con el proyecto de rearme europeo); y tercero, renunciar a cualquier tipo de aranceles de represalia que pudieran escalar la guerra comercial. Este enfoque de negociación se podría concretar en objetivos específicos de reducción del actual déficit comercial de EE. UU. con la UE en un plazo razonable.
El resultado macroeconómico de un escenario como el descrito sería el de una desaceleración económica temporal, derivada de la incertidumbre económica ya generada que impactaría en las decisiones de inversión y consumo de los agentes económicos, pero que no se sostendría en el tiempo y que, por tanto, llevaría a un reajuste relativamente rápido de las cadenas de suministro, evitando así el escenario de recesión intensa y prolongada, que es el siguiente escenario posible.
ESCENARIO 3: RECESIÓN INTENSA Y PROLONGADA
Como hemos comentado, Donald Trump considera que todo intercambio comercial internacional debe llevar al equilibrio en la relación de intercambio. Sin embargo, esta idea es radicalmente falsa. Por un lado, la lógica económica del comercio internacional se basa en la especialización en aquellos bienes y servicios donde un país es más competitivo, tal y como conocemos desde la teoría de la ventaja comparativa de David Ricardo, que aplica tanto a los agentes económicos domésticos como a los países. Pero, por otro lado, y como comenté anteriormente, el déficit comercial desde el punto de vista macroeconómico es un reflejo del desequilibrio entre la producción y el consumo de un país.
Para expresarlo de una manera coloquial, EE. UU. consume sistemáticamente más de lo que produce, generando así un déficit comercial, y son los países que producen más de lo que consumen, es decir, los países que ahorran (fundamentalmente China, pero también la UE), los que producen esos productos. Esta igualdad contable a nivel macroeconómico tiene un reflejo financiero que comentaremos en el escenario 4: EE. UU. financia su exceso de gasto emitiendo deuda pública denominada en dólares que es adquirida por los mismos países productores, que no solo producen, sino que financian el exceso de consumo de EE. UU.
Como hemos indicado anteriormente, la prueba de que Donald Trump cree profundamente en el equilibrio de la relación de intercambio comercial es la fórmula utilizada para "calcular los aranceles recíprocos". Algunos de los países con los aranceles "aparentes" más altos son Vietnam y Camboya: ¿significa esto que Vietnam y Camboya imponen altos aranceles a EE. UU.? De ninguna manera; lo que ocurre es que estos países en vías de desarrollo son las fábricas (fundamentalmente textiles) de productos que EE. UU. consume y compra en el exterior (porque no sería competitivo fabricarlos allí).
Por consiguiente, si Trump no cambia su forma de pensar, es difícil que se conforme con una negociación y una rebaja razonable de su déficit comercial, y en ese caso la presunta "estrategia de negociación" no sería válida, lo que llevaría a no encontrar escenarios de acuerdo y a una más que probable escalada de aranceles de represalia, lo que desencadenaría una guerra comercial cuyas consecuencias macroeconómicas serían una recesión global intensa y prolongada.
ESCENARIO 4: CRISIS FINANCIERA
Una de las teorías más sofisticadas acerca de la estrategia arancelaria de Trump es la que afirma que su objetivo último es rebajar los tipos de interés para facilitar el servicio de la deuda pública derivada del inmenso y persistente déficit público de EE. UU., que en 2024 alcanzó el -6,4% del PIB (gráfico 4).
Fuente: Datos macro; Expansión
La idea sería provocar una recesión económica (se supone que controlada) que obligara a la FED a reducir los tipos de interés para refinanciar la deuda a menor coste. La caída de las bolsas sería un daño colateral, porque en un escenario de incertidumbre los bonos americanos han actuado tradicionalmente como activo refugio, elevando su demanda y disminuyendo en consecuencia la rentabilidad exigida. Sin embargo, en las semanas posteriores al 2 de abril de 2025 hemos asistido a la caída simultánea de la renta variable y la renta fija americana, lo que puede ser un reflejo de la menor confianza de los inversores en la economía americana. De hecho, la caída del bono americano ha sido la razón fundamental por la que Trump anunció una pausa de 90 días en la aplicación de sus aranceles, dejando así tiempo para la negociación.
Si a un escenario de crisis económica prolongada se suma una desconfianza en la sostenibilidad de las finanzas públicas americanas, podríamos asistir a una crisis financiera de consecuencias impredecibles
Como ya se ha dicho, EE. UU. mantiene un déficit comercial crónico que financia con deuda en un proceso cuya sostenibilidad deriva en parte de la posición preeminente de la deuda pública americana como activo refugio y del dólar como moneda de reserva mundial. Sin embargo, utilizar los aranceles para reducir sustancialmente el déficit comercial reduciría la demanda global de dólares y de deuda pública, elevando así los tipos de interés de la deuda americana a largo plazo. En definitiva, tratar de resolver los problemas de déficit público a través del déficit comercial es cuando menos complejo debido a sus efectos colaterales indeseables. La única forma racional de mejorar el déficit público americano es reducir el gasto público, subir los impuestos o una combinación de ambas.
EE. UU. mantiene un déficit comercial crónico.
Si al escenario anterior, de crisis económica prolongada, se suma una desconfianza en la sostenibilidad de las finanzas públicas americanas, podríamos asistir a una crisis financiera de consecuencias impredecibles. Es bien sabido que las crisis financieras son mucho más graves y persistentes que las derivadas del puro ciclo económico; no hay más que recordar las consecuencias de la crisis financiera de 2008, que en Europa se extendió hasta 2013 y algunos de cuyos efectos todavía persisten.
En definitiva, en el momento de escribir este artículo, mediados de abril de 2025, resulta imposible realizar previsiones del impacto económico de las políticas arancelarias de Trump. Solo cabe especular acerca de cuatro escenarios posibles, con consecuencias radicalmente diferentes. Serán las decisiones adoptadas en las próximas semanas, fundamentalmente por la administración americana, las que determinen cuál de estos escenarios acaba materializándose. Solo cabe seguir atentos a las noticias que, sin duda alguna, se irán sucediendo. En función de ellas, tendremos un nuevo escenario de coyuntura económica que analizaremos en su momento.
José Antonio Latre
(*) Este artículo está incluido en el Anuario de la Innovación 2025 de FRS Food Retail & Service, una obra exclusiva que ha sido posible gracias al patrocinio de Campofrio, Central Lechera Asturiana (Grupo), Coca-Cola, Randstad, SDG Group y Shop & Roll, y con el apoyo de otras empresas anunciantes.
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