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El "apego a la dieta mediterránea", un freno para la aceptación de la carne cultivada

Un informe europeo advierte que el sabor, el precio y el alto consumo energético son barreras clave, mientras jóvenes y ecologistas se perfilan como el público más abierto a estas proteínas alternativas, según las conclusiones de Ainia y del Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas.

Publicado: 22/09/2025 ·16:35
Actualizado: 22/09/2025 · 16:41
  • Un 63% de los consumidores españoles estaría dispuesto a probar carne cultivada, según un estudio de Ainia.

El vínculo cultural de los consumidores españoles con sus patrones alimentarios más arraigados y tradicionales se perfila como uno de los frenos para la aceptación de la carne cultivada. Así lo explica Ana Torrejón Cabello, responsable de Microbiología y Biotecnología Industrial de Ainia, a partir de los resultados de un estudio del propio centro tecnológico: "Las personas con mayor apego a la dieta mediterránea son más reticentes a probar la carne cultivada", señala. En contraste, "los jóvenes y quienes tienen una mayor conciencia ambiental son el segmento más predispuesto", lo que revela un mercado potencial entre las generaciones que priorizan sostenibilidad y bienestar animal.

Esta conclusión encaja con las tendencias europeas descritas en el reciente informe ‘Alternativas a la carne’, realizado por el Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas (Easac por sus siglas en inglés), que constata que los consumidores más dispuestos a probar alimentos alternativos a la carne son jóvenes, urbanitas, ecologistas y preocupados por el bienestar animal.

El estudio subraya que la transición a este tipo de productos "ofrece oportunidades y retos" y advierte de que "el sabor y el precio son los mayores obstáculos a su consumo generalizado".

Doble objetivo de partida

La carne cultivada -también conocida como carne de laboratorio o de cultivo celular- se plantea como una respuesta a varios desafíos globales. Por un lado, el impacto ambiental de la ganadería intensiva, especialmente en el caso de la carne de vacuno, cuya producción es una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero: "La producción de carne cultivada puede reducir significativamente estas emisiones, así como el uso de agua y tierra", explica Torrejón. Por otro, surge como alternativa de interés "para esa parte de la población que quiere seguir consumiendo carne y a la que le preocupa el sacrificio de animales", añade la experta.

El estudio de la Easac amplía el foco a otras proteínas alternativas y destaca que los productos de origen vegetal son, de momento, más aceptados que los insectos o la carne cultivada. Muchos ciudadanos se muestran interesados en probar estos alimentos, pero no tanto en incorporarlos de forma sistemática a su dieta. En paralelo, los autores del informe recuerdan que, aunque estos productos pueden ofrecer beneficios ambientales, de salud y éticos, es esencial "un análisis en profundidad para garantizar su sostenibilidad y asegurar que sean asequibles y accesibles".

Además de los argumentos éticos y medioambientales, la carne cultivada presenta ventajas sanitarias y económicas. Según Torrejón, "la carne cultivada permite reducir el riesgo de zoonosis transmitidas por patógenos intestinales y ofrece la posibilidad de producir carne sin necesidad de antibióticos". De este modo, se reduce la presión sobre los recursos naturales y se amplían las fuentes de proteína para una población mundial en constante crecimiento.

No obstante, la investigadora insiste en que este producto no pretende reemplazar a la carne tradicional: "La carne cultivada se presenta como una alternativa complementaria, no como un sustituto. Su objetivo es ofrecer opciones adicionales a los consumidores, diversificar las fuentes de proteínas y reducir la presión sobre los sistemas de producción tradicionales", subraya.

Retos notables para su llegada a los lineales

Los retos para que esta alternativa llegue a los lineales son, sin embargo, notables. Los costes de producción siguen siendo elevados, faltan infraestructuras industriales y es preciso avanzar en investigación para mejorar la eficiencia y escalabilidad de los procesos. "El desarrollo del potencial de la carne cultivada pasa por avanzar en la investigación y desarrollo para resolver los retos científicos y tecnológicos pendientes que permitan su producción a unos costes asumibles. También será necesario invertir en las instalaciones productivas, así como generar el marco regulatorio que permita su comercialización segura", resume la responsable de Ainia. La comunicación, advierte, será igualmente determinante: "Es fundamental explicar de forma transparente las propiedades y beneficios de este nuevo producto para generar confianza en las personas consumidoras".

El informe de la Easac coincide en que las nuevas proteínas no están exentas de dificultades. En el caso concreto de la carne cultivada, advierte de que su producción "puede generar un alto consumo energético", por lo que los posibles beneficios ambientales dependerán de optimizar el uso de energías renovables. Además, señala que la transición "podría tener consecuencias económicas para los ganaderos, lo que requiere políticas proactivas que fomenten la adaptación y la diversificación". Los agricultores, apunta, podrían convertirse en proveedores de insumos para estas nuevas cadenas de valor, desde cultivos para proteínas vegetales hasta materia prima para la fermentación microbiana o la propia carne cultivada. De ahí que los autores insistan en que "comprender el impacto para los agricultores e involucrarlos en la transición debe ser una prioridad para la UE".

En el plano legislativo, el camino varía según el país. Singapur y Estados Unidos ya han autorizado productos de carne cultivada. En Europa, la situación es desigual: "Mientras Italia ha prohibido su producción y comercialización, otros países como Países Bajos están dando pasos para permitir la comercialización, habiéndose autorizado algunas pruebas de degustación". En todo caso, teniendo en cuenta la legislación actual, Torrejón subraya que "este producto tendrá consideración de nuevo alimento y, como tal, su seguridad deberá ser demostrada científicamente y validada por un comité de expertos antes de autorizar su comercialización en Europa".

Movilización de inversiones

Pese a estas barreras, el sector comienza a movilizar inversiones. Biotech Foods, pionera en España, fue adquirida parcialmente por la multinacional JBS -una de las principales compañías cárnicas del mundo- y cuenta con una planta en el País Vasco. Por su parte, la empresa Cubiq Foods desarrolla grasas cultivadas con respaldo de fondos de capital riesgo, mientras que Cocuus trabaja en la impresión 3D de alimentos, incluida la carne cultivada, para replicar la apariencia de la carne convencional. "Además de los fondos privados, los programas de financiación de la I+D tanto nacionales como regionales y europeos están apoyando proyectos de desarrollo en esta línea", añaden desde Ainia.

La actividad científica se centra en mejorar la eficiencia del cultivo celular, crear medios de cultivo más sostenibles y económicos, asegurar la escalabilidad de los sistemas y optimizar la apariencia, textura y sabor del producto final. Todos estos avances son clave para que la carne cultivada pueda competir en precio y calidad con la tradicional, un aspecto que la Easac identifica como decisivo: "El sabor y el precio son los mayores obstáculos", advierten, para que las alternativas a la carne se conviertan en una opción masiva.

Un 63%, dispuesto a probar

Los datos de aceptación de los consumidores, aunque prometedores, reflejan la importancia de la cultura alimentaria. El estudio de Ainia revela que un 63% de los españoles estaría dispuesto a probar carne cultivada. Sin embargo, persisten dudas sobre su naturalidad y sabor, lo que refuerza la necesidad de una comunicación clara y un etiquetado transparente.

El escenario de no avanzar en esta línea, advierte Torrejón, sería poco alentador: "El incremento de la población, los requisitos cada vez más exigentes de protección del medio ambiente y las demandas de la sociedad de productos más sostenibles y respetuosos con los animales hacen imprescindible ampliar el abanico de proteínas alternativas". En la misma línea, la Easac concluye que las políticas europeas deberán "buscar un equilibrio entre los objetivos ambientales y la resiliencia económica de los agricultores y las comunidades rurales".

Así, la carne cultivada no se plantea como una moda pasajera, sino como una pieza estratégica en el futuro de la alimentación. Su éxito dependerá de la capacidad para superar los retos tecnológicos y regulatorios, de la aceptación de los consumidores y, en países como España, de conciliar la innovación con la profunda tradición gastronómica de la dieta mediterránea. "Se trata de diversificar opciones, no de sustituir", concluye Torrejón, recordando que la clave está en sumar alternativas para un planeta con recursos cada vez más limitados.

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