El apagón eléctrico que comenzó el 28 de abril a las 12:30 y afectó a amplias zonas de España ha dejado sin suministro a millones de hogares y establecimientos y sus efectos en el sistema alimentario ya son evidentes: interrupción de la cadena de frío, cierre de supermercados y un alto riesgo de deterioro de productos perecederos. Esta situación ha provocado un "aumento significativo del desperdicio alimentario, con consecuencias tanto sanitarias como medioambientales", incide la empresa Phenix.
Según Aesan (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición), los alimentos refrigerados pueden mantenerse seguros hasta cuatro horas sin electricidad, siempre que las puertas del frigorífico permanezcan cerradas. En el caso de los congeladores, si están llenos y no se abren, los alimentos pueden conservarse hasta 48 horas. Sin embargo, una vez superados estos tiempos, productos como carnes, pescados, lácteos y comidas preparadas deben ser desechados para evitar riesgos para la salud.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recuerda que los alimentos perecederos, como carnes, pescados, huevos y productos preparados, que han estado expuestos a temperaturas superiores a 5 °C durante más de dos horas, pueden no ser seguros para el consumo humano.
En este contexto, Phenix insta a las empresas del sector a adaptar protocolos preventivos y medidas de respuesta que permitan minimizar pérdidas y garantizar la seguridad de los alimentos en situaciones de emergencia energética y ofrece las siguientes recomendaciones para empresas alimentarias en caso de corte eléctrico:
- Mantener cerrados frigoríficos y congeladores: permite conservar la temperatura interna durante más tiempo.
- Uso de hielo seco o bloques de hielo: ayuda a mantener la temperatura adecuada en congeladores durante apagones prolongados, evitando el contacto directo con los alimentos.
- Monitoreo de temperaturas: permite verificar que los alimentos se mantengan por debajo de los 4 °C y desechar aquellos que los superen durante más de dos horas.
- Capacitación del personal: garantiza que los empleados conozcan los protocolos de seguridad alimentaria y actúen con eficacia ante emergencias eléctricas.
- Planes de contingencia: aseguran una respuesta organizada mediante procedimientos específicos para conservar alimentos durante cortes de energía.
- Comunicación con proveedores y autoridades: facilita la coordinación de acciones y el acceso a apoyo en situaciones críticas.
"El apagón ha puesto de manifiesto la necesidad urgente de reforzar la resiliencia del sistema alimentario. Prepararse ante imprevistos energéticos no solo protege la salud pública y la viabilidad económica de los negocios, sino que contribuye también a reducir el desperdicio alimentario y su impacto climático", subraya Pauline Bertin, Chief Sales Officer de Phenix a nivel global.