Italia ha dado finalmente luz verde a la producción de vinos sin alcohol, un movimiento largamente esperado por su sector vitivinícola y que iguala al país con otros grandes productores europeos como España o Francia. El Gobierno ha aprobado un decreto conjunto de los ministerios de Economía y de Agricultura que regula por primera vez la elaboración, conservación y comercialización de vinos desalcoholizados, abriendo así una nueva vía de crecimiento para una de las industrias emblemáticas del país.
La norma permite a las bodegas "efectuar, bajo ciertas condiciones y dentro de determinados límites", procesos de desalcoholización que hasta ahora estaban vetados, además de fijar el marco administrativo y de control necesario para su desarrollo. El ministro de Agricultura, Francesco Lollobrigida, subrayó que el objetivo es ofrecer "un cuadro normativo claro" y nuevas oportunidades empresariales a un sector clave para la economía italiana.
La decisión llega en un momento particularmente crítico para la industria del alcohol, cuyas ventas caen de año en año debido a los nuevos hábitos de los consumidores. Italia es uno de los mayores productores de vino del mundo y en 2024 exportó por valor de 8.100 millones de euros, según datos de Intesa Sanpaolo. Sin embargo, la ausencia de una regulación específica había dejado a sus bodegas en desventaja frente a competidores europeos que sí podían operar en el segmento de vinos 0,0%, un nicho impulsado por cambios en los hábitos de consumo, especialmente entre los consumidores más jóvenes y preocupados por la salud.
Desde la Unión Italiana de Vinos (UIV) se venía reclamando el decreto desde hace años. Su secretario general, Paolo Casteletti, urgió al Ejecutivo a aprobarlo el pasado diciembre, recordando que muchas empresas ya habían realizado inversiones relevantes en instalaciones e infraestructuras. "Pedimos poder operar en condiciones de igualdad competitiva ante otros productores europeos", señaló entonces.
Las expectativas del sector son elevadas. El Observatorio de la UIV estima que el mercado global de vinos con bajo o nulo contenido alcohólico es uno de los pocos segmentos en expansión dentro del consumo mundial de vino, con ingresos que podrían pasar de los actuales 2.400 millones de dólares a 3.300 millones en 2028. Para Italia, el nuevo marco regulatorio no solo permite subirse a esa ola, sino también defender cuota en un contexto de estancamiento del consumo tradicional y creciente presión competitiva en los lineales de gran consumo.
La incógnita ahora es la velocidad con la que las bodegas italianas sabrán trasladar su prestigio y denominaciones al terreno del vino sin alcohol. Pero, al menos desde el punto de vista regulatorio, el país ha despejado un obstáculo que llevaba años lastrando su capacidad.